(A manera de ensayo: Elaborado en base a resultados de mi tesis “Pedagogía de la Esperanza – sistematización de la Experiencia Juan XXIII”)
Cuando estudiaba el penúltimo
curso en el juancho (Juan XXIII), en un periodo de mucha tribulación para mí,
reflexionaba sobre lo que vivía, en mi día a día; me repetía mentalmente que
éramos como ratas, en las cuales estaban experimentando, cada experiencia
vivida, algunas fracasadas y otras exitosas, como aquellos castigos colectivos
como el de quedarse parados hasta altas horas de la noche para encontrar cosas
robadas (que desde mi perspectiva no eran de las más apropiadas o acertadas) o
los campamentos, con ese espíritu formativo único y quizá el más exitoso, el
trabajo.
Sin importar qué experiencia
estaba de turno a ser experimentada, resulta que los que debíamos pasar todos
por la experiencia, algunos la gozaban y otras la sufrían. Resulta que de estas
experiencias mi reflexión me llevaba a sentirme como una marioneta obligada a
actuar de una manera u otra, en muchas ocasiones solo pensaba que era injusto
todo lo que pasábamos, muchas veces sentía que nuestra formación no tenía
horizonte alguno y solo era un sinfín de experimentos sin intencionalidad, en
el afán de hacer las cosas se iban inventando al calor de alguna tertulia
acompañado de un rico café.
En la actualidad tengo la
profesión de Educación y todo el mar de teorías con las que cuento, me permiten
ver desde otra perspectiva, ahora puedo decir que muchas de las experiencias
del Juan XXIII nacieron al calor de reuniones apasionadas de nuestros
educadores, de tertulias hasta el amanecer de los “oxis” (educadores)
soñadores. Soñadores en el sentido bello de la palabra, ya que todos ellos
trabajan por compromiso. Me atrevo a afirmar esto pues no hay registros
bibliográficos de las intenciones pedagógicas, hubo muy poca producción,
proyectos para acceder a financiamientos sí, pero poco sobre las intenciones
pedagógicas.
Pero, algo que no se puede
ocultar es lo exitosa que resultó esta experiencia y el por qué desde mi
análisis se encuentra en el simple hecho de haber logrado alternativizar la
educación formal, vivir la educación popular de Freire dentro el sistema de
educación regular, vivir la educación comunitaria al estilo Soviético –
warisateño, con su sello único de “Juancho” hubo una fusión de varios enfoques
de educación popular que fueron insertados exitosamente en la educación formal.
El Juan XXIII dejó una marca indeleble en todos los muchachos que pasaron (1, 5
ó 7 años) por sus aulas, fuentes de trabajo, dormitorios, pasillos y canchas
deportivas, por “aquel hogar de todos”. Reflexionar sobre este acierto
pedagógico será tema de otro artículo.
Macedonio Aranibar Naval
Curso Salvador
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