viernes, 31 de mayo de 2013

ANÉCDOTAS

Derramado como una carga de papa, jajajaaaa


Allá por los años 90 y algo más, hubo una evaluación de fin de semestre en la sección de Cocaraya, resulta que después de un día entero agotador de evaluación de todos los estudiantes, don Nico (profesor) que vivía por Quillacollo, decidió solicitar a Álvaro (educador) que le acercara en su moto hasta ahí, ya que Álvaro vivía por esa ruta, quien sin ningún problema accedió a dicha petición.

Álvaro tenía la fama de ser un gran corredor, en auto o moto le apasionaba la velocidad, cuenta don Nico que al pasar el cruce de Sipe sipe Álvaro disminuyó la velocidad para dejar pasar un auto para luego arrancar con mucha potencia, el arranque fue tan violento que dejó “derramado” a don Nico en plena carretera, cuenta que solo pudo ver a Álvaro alejarse en cuestión de segundos cientos de metros, pasado un par de minutos (suficientes para para ir cerca de dos kilómetros) vio volver a Álvaro que, quien al llegar comentó que no se había dado cuenta de haber perdido a don Nico en el camino. Gracias a Dios como muchas cosas del Juancho no pasó nada grave.


Esta anécdota, no es la única de derramados como carga de papas, resulta que cuando íbamos a trabajar a Cocaraya, al retorno, más de una vez nos tocó vivir saltos al estilo de los paracaidistas, los compañeros que estaba cerca a la puerta del camión (parte trasera) iban cayendo como paracaidistas uno tras de otro, ya que con los baches y barquinazos, la puerta (en mal estado) tendía a abrirse en forma imprevista, derramando la preciada carga. Gracias a Dios nunca tuvimos que lamentar daños o heridas graves.

REFLEXIONES DE LA PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA

(A manera de ensayo: Elaborado en base a resultados de mi tesis “Pedagogía de la Esperanza – sistematización de la Experiencia Juan XXIII”)


Cuando estudiaba el penúltimo curso en el juancho (Juan XXIII), en un periodo de mucha tribulación para mí, reflexionaba sobre lo que vivía, en mi día a día; me repetía mentalmente que éramos como ratas, en las cuales estaban experimentando, cada experiencia vivida, algunas fracasadas y otras exitosas, como aquellos castigos colectivos como el de quedarse parados hasta altas horas de la noche para encontrar cosas robadas (que desde mi perspectiva no eran de las más apropiadas o acertadas) o los campamentos, con ese espíritu formativo único y quizá el más exitoso, el trabajo.

Sin importar qué experiencia estaba de turno a ser experimentada, resulta que los que debíamos pasar todos por la experiencia, algunos la gozaban y otras la sufrían. Resulta que de estas experiencias mi reflexión me llevaba a sentirme como una marioneta obligada a actuar de una manera u otra, en muchas ocasiones solo pensaba que era injusto todo lo que pasábamos, muchas veces sentía que nuestra formación no tenía horizonte alguno y solo era un sinfín de experimentos sin intencionalidad, en el afán de hacer las cosas se iban inventando al calor de alguna tertulia acompañado de un rico café.

En la actualidad tengo la profesión de Educación y todo el mar de teorías con las que cuento, me permiten ver desde otra perspectiva, ahora puedo decir que muchas de las experiencias del Juan XXIII nacieron al calor de reuniones apasionadas de nuestros educadores, de tertulias hasta el amanecer de los “oxis” (educadores) soñadores. Soñadores en el sentido bello de la palabra, ya que todos ellos trabajan por compromiso. Me atrevo a afirmar esto pues no hay registros bibliográficos de las intenciones pedagógicas, hubo muy poca producción, proyectos para acceder a financiamientos sí, pero poco sobre las intenciones pedagógicas.

Pero, algo que no se puede ocultar es lo exitosa que resultó esta experiencia y el por qué desde mi análisis se encuentra en el simple hecho de haber logrado alternativizar la educación formal, vivir la educación popular de Freire dentro el sistema de educación regular, vivir la educación comunitaria al estilo Soviético – warisateño, con su sello único de “Juancho” hubo una fusión de varios enfoques de educación popular que fueron insertados exitosamente en la educación formal. El Juan XXIII dejó una marca indeleble en todos los muchachos que pasaron (1, 5 ó 7 años) por sus aulas, fuentes de trabajo, dormitorios, pasillos y canchas deportivas, por “aquel hogar de todos”. Reflexionar sobre este acierto pedagógico será tema de otro artículo.


Macedonio Aranibar Naval

Curso Salvador